En memoria de Valentín Maturana Alvear

En memoria de Valentín Maturana Alvear

En 1973, el entonces novel profesor Maturana realizaba su Magíster en Matemáticas, L.A.M., en la Universidad de Santiago y ya en 1979 se convertía en Profesor Adjunto en el Instituto de Matemáticas de nuestra universidad, participando además en proyectos de docencia como “Influencia de un tratamiento remedial para el logro de objetivos requisitos del curso de Trigonometría y Geometría Analítica”.

Fue docente en diversas áreas, tales como Algebra, Trigonometría, Geometría Analítica y Cálculo, desde 1976 editó una serie de publicaciones relacionadas con estos temas, la mayoría al alero de nuestra casa de estudios y su editorial. Entre sus publicaciones se destacó el título de Cálculo I, en conjunto con el profesor Hugo Freyhoffer, muy utilizado hasta hoy en los cursos que imparte la Facultad.

Desde su ingreso a la Facultad como Profesor Adjunto y hasta 1985, Maturana se desempeñó como Jefe del Grupo de Docencia, formando también parte de las comisiones de exámenes de grado de la Facultad de Educación de nuestra universidad y la redacción de nuevos programas en esta última.

El rasgo más sobresaliente del profesor Maturana fue su extraordinaria calidad pedagógica, apreciada por sus alumnos y por los colegas que trabajaron con él. A mediados de la década de los ’80 recibió el Premio al Mejor Profesor de la Facultad de Ingeniería, por el curso de Matemáticas que entonces impartía. Desde la creación del Bachillerato en Ciencias, Valentín Maturana se destacó como el profesor de Matemáticas más influyente, generando una gran atracción entre los alumnos a los cursos que él impartía.

Uno de sus alumnos y ahora profesor de nuestra Facultad, Claudio Muñoz, escribió un sentido homenaje a Valentin Maturana, que sin duda, reflejan el sentir de muchos de los que lamentan su perdida y reconocen su legado: "Me siento honrado de haber podido compartir con usted contraseñas de ajedrecistas famosos, planillas de cálculo, criterios evaluativos y darnos el gusto de aprobar a tantos estudiantes que lo querían tanto como usted y a sus increíblemente ordenadas pizarras, que parecían libros, que ni el maldito Mal de Parkinson, pudo detener. Tuve la suerte de aprender de uno de los mejores pedagogos que conocí en mi etapa de estudiante".

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